Adiós, tío Friedman
Pablo Ortúzar Antropólogo social, investigador Instituto de Estudios de la Sociedad
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Pablo Ortúzar
El sociólogo Eugenio Tironi viene desde hace un tiempo proclamando en diversas publicaciones la caducidad de la concepción friedmaniana (de Milton Friedman) de comprender el rol social de la empresa. Según esta perspectiva, la empresa cumple con la sociedad en la medida en que genere utilidades en el marco de la ley.
Tironi, en cambio, considera que las expectativas sociales que hoy recaen sobre la empresa son mucho más amplias, y demandan incorporar al propio modelo de negocios la producción y resguardo de ciertos bienes que el modelo friedmaniano deja de lado. Los contradictores del sociólogo, finalmente, alegan que una adecuada interpretación de Friedman permite entender como incorporadas todas esas expectativas en la correcta operación de la empresa.
El debate mismo no deja de tener su cuota de ironía, siendo Tironi un exitoso empresario de la consultoría que, entre otras cosas, ofrece servicios orientados a lograr el apoyo de las comunidades locales para proyectos de alto impacto. Si cumplir con la ley y generar utilidades bastara, su giro no existiría. Muchos de los que critican la postura del sociólogo han contratado sus servicios, o los de alguna otra consultora, justamente para darle viabilidad social a proyectos que económica y jurídicamente están en regla.
El tema de fondo en esta discusión es la capacidad heurística del mercado formador de precios y de la ley. Es decir, que tanto de la realidad logran iluminar y administrar estos mecanismos, y cuánto dejan fuera. Sabemos que ambos son medios que simplifican la realidad para optimizar la coordinación social en función de ciertos objetivos. Y también sabemos que toda estandarización viene con un costo: el mapa no es el territorio, y mucho de lo que el mapa no registra puede volverse crucial para el destino del proyecto. Quizás el mejor libro para entender este problema es “Seeing Like a State” del antropólogo James Scott (que sería muy bueno traducir y publicar en Chile).
Los códigos de la ley y el dinero son tan poderosos que quienes los administran suelen creer que basta con ellos para orientar la realidad y orientarse en ella. Sin embargo, esta creencia, que es la que Tironi atribuye a Friedman, ha sufrido un fuerte deterioro práctico. A ello han contribuido todos los factores que Moisés Naím ilustra con claridad en “El fin del poder”: sociedades de clase media mejor informadas, conectadas y educadas resultan, efectivamente, mucho más indóciles a los designios del Estado y del mercado. El territorio se ha puesto chúcaro.
“Al Gramo”, del joven empresario chileno José Manuel Moller, nos ofrece un modelo de empresa adaptado de manera casi óptima a este nuevo contexto. Ella incorpora en su modelo de negocios objetivos ambientales y sociales que los viejos mapas no permitían ver. Quizás no toda empresa pueda volverse “empresa B”, pero todas harían bien en pedirle prestados a ellas los mapas a partir de los cuales están interviniendo el territorio. Su futuro, probablemente, depende de ello.